lunes, 18 de marzo de 2013


El desafío dominicano
Virgilio Levaggi, Director de la OIT para Centroamérica, Haití, Panamá  y República Dominicana

La reciente cooperación entre el Fondo Monetario Internacional y la Oficina Internacional del Trabajo,  respecto del crecimiento económico de la República Dominicana, destaca que éste -durante los últimos 20 años- ha sido muy importante; sin embargo su impacto en el combate contra la pobreza y la mejora de la cantidad y calidad del empleo no ha sido significativo. Ha habido crecimiento; pero los frutos del mismo no han llegado a las grandes mayorías. Se presenta entonces, para la generación actual de dominicanas y dominicanos, la tarea impostergable de  que su economía siga creciendo y que sus resultados lleguen  a quienes contribuyen con ello.

El Presidente Danilo Medina y su gobierno tienen ideas claras al respecto y cuentan con apoyo  popular suficiente para poner en marcha políticas públicas que respondan a la necesaria armonización entre progreso económico y generación de suficientes empleos de calidad. Además la alta credibilidad política del Presidente, según encuestas recientes,  le permite convocar a lo mejor del país para la creación de los consensos necesarios para avanzar en la consecución de crecimiento económico con trabajo decente.

Los dirigentes de las tres grandes centrales sindicales cuentan con respaldo de sus representados y son capaces de articular propuestas que respondan a las expectativas de las trabajadoras y de los trabajadores del país.

El Presidente de COPARDOM, recientemente reelecto, es un empresario lúcido que proviene de un sector productivo que conoce las ventajas de la cooperación entre trabajadores y empresarios así como de la utilidad del diálogo social. 

En este escenario un gran Acuerdo Nacional por el Trabajo en la República Dominicana parece posible. Una convergencia de voluntades nacionales en favor de un mejor equilibrio entre resultados económicos y sociales es necesaria. Actores centrales del mismo habrán de ser las pequeñas y medianas empresas que deberán mejorar su productividad y sus prácticas laborales.--- - - - - - - - - - - - - - - - - -

La importancia de programas educativos así como de formación profesional y en capacidad emprendedora evidencia la multisectorialidad de cualquier esfuerzo en favor del crecimiento con más y mejores empleos. 

Un mercado de trabajo más eficiente necesita de una institucionalidad laboral eficiente y moderna. La misma, entre otros objetivos, deberá garantizar la plena vigencia de los derechos laborales fundamentales, en especial la libertad sindical.

Salario mínimo, negociación colectiva  y protección social  son temas que tienen mucho que ver con la tarea de que los beneficios del crecimiento económico sean compartidos con quienes contribuyen   decisivamente en su generación: las trabajadoras y los trabajadores. Sólo así se podrá fortalecer ese mercado interno que es indispensable en un modelo de desarrollo democrático.

La adecuada participación de las mujeres en el mercado laboral dominicano no es sólo un tema de principios sino que resulta esencial desde la lógica productiva y para la gobernabilidad democrática.

Parece que ha llegado la hora de que las ciudadanas y los ciudadanos de la República Dominicana den un salto cualitativo en su modelo de desarrollo hacia uno que tenga en su centro a la persona y su trabajo.
              
El  trabajo decente puede ayudar a renovar el contrato social  que debe sustentar la democracia en la que las y los ciudadanos dominicanos quieren vivir para poder progresar ellos y sus familias. 

Como lo señalara recientemente el Director General de la OIT, Guy Ryder, en su visita a la región, el mandato histórico de la OIT parece ser ayudar a convertir el crecimiento económico en progreso social. Hoy ese parece ser el desafío dominicano: traducir el progreso económico en justicia social.                                                 

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